Uno de los símiles favoritos de Ajahn Chah ilustra la idea del esfuerzo correcto. Decía que, al plantar un árbol, la gente sabia reconoce que su responsabilidad es la de regarlo y protegerlo de los enemigos. Saben que no pueden controlar la rapidez de crecimiento del árbol, o la dulzura del sabor de sus frutos —esos son asuntos que decide la naturaleza—. De manera similar, en la práctica del Dhamma debemos poner el esfuerzo para hacer crecer nuestro ‘árbol’ de la mejor manera posible, sin preocuparnos demasiado por la rapidez de nuestro progreso (o la lentitud), ni obsesionarnos con los resultados que deseamos de la práctica. Esos son también asuntos que decide la naturaleza. Debemos hacer lo que nos toca con diligencia, paciencia y cuidado, y dejar ir el deseo acerca de los resultados.